Un déjà vu
La historia se repite: otra constructora, otro político, y otra vez Navarra en el punto de mira
El contexto La Guardia Civil halló una escritura de 2016 que confirma que Santos Cerdán adquirió el 45% de Servinabar 2000, empresa que en diez años recibió 86 millones en contratos públicos, algunos sin concurso.
Navarra vuelve a mirar de reojo a sus instituciones. Lo hace con una mezcla de sorpresa, escepticismo y, sobre todo, memoria. Porque lo que parecía otro contrato más de obra pública ha destapado una historia que, para muchos navarros, recuerda demasiado a otras que acabaron en titulares… y en los tribunales.
Este miércoles se supo que el diputado socialista José Luis Cerdán, histórico del PSN, posee el 45% de una constructora que ha crecido como la espuma en los últimos años. Este jueves sabemos algo aún más llamativo: esa misma empresa fue adjudicada con su primer contrato público el mismo día que fue registrada. Y no se ha quedado ahí: en una década ha acumulado 86 millones de euros en adjudicaciones, todas junto a Acciona y siempre bajo gobiernos progresistas, primero con Uxue Barkos (Geroa Bai) y después con María Chivite (PSN).
Contratos, millones… y sincronías demasiado precisas
Durante la etapa de Barkos, la constructora participó en al menos cuatro grandes proyectos: la reforma del Navarra Arena, la rehabilitación del Archivo General de Navarra, la construcción de un colegio público y varios bloques de vivienda protegida.
Con Chivite, los números se dispararon. El proyecto estrella fue el túnel de Belate, adjudicado por nada menos que 77 millones de euros.
Pero el detalle que ha hecho saltar todas las alarmas es este: el 10 de junio de este año, mientras la Guardia Civil registraba oficinas relacionadas con la empresa y se llevaba cajas llenas de documentación, esa misma constructora recibió otro contrato público. Esta vez, además, sin concurso.
Por ahora, no hay pruebas de amaño ni de ilegalidad. Pero en Navarra no hace falta que las haya para que muchos ya estén sintiendo ese escalofrío que da el déjà vu político.
La historia de Navarra y la corrupción
Porque en esta tierra sabemos lo que es una trama de corrupción. Navarra fue, en los años 90, escenario pionero de lo que hoy ya es un clásico: la comisión por concesión.
El caso más sonado: Gabriel Urralburu, presidente socialista de la comunidad foral entre 1984 y 1991. Mientras hablaba de transparencia y regeneración, estaba al frente de una red de cobro de comisiones a empresas constructoras a cambio de contratos públicos. Su nombre apareció ligado al escándalo Roldán, y también en cuentas suizas.
Acabó condenado por cohecho y fraude fiscal. Fue el primer presidente autonómico en ir a prisión por corrupción: condenado a 11 años de cárcel, aunque solo cumplió cuatro. Además, tuvo que pagar una multa de 4,7 millones de euros.
Tras su caída, el PSN estuvo años fuera del poder. Volvieron en 1995 con Javier Otano, pero la alegría duró poco: tuvo que dimitir en menos de un año, cuando se descubrió que tenía una cuenta suiza con 200 millones de pesetas. La explicación fue surrealista: dijo que el dinero estaba "reservado" por si el partido lo necesitaba en el futuro.
El caso acabó prescribiendo, pero el daño político ya estaba hecho. Desde entonces, los socialistas no volvieron al Palacio de Navarra hasta 2019, con María Chivite.
Hoy, con los focos puestos sobre la constructora de Cerdán, muchos se preguntan si estamos ante otra casualidad o ante una vieja historia con nuevos protagonistas. Por ahora no hay cargos, no hay pruebas de delito, pero sí hay preguntas.
En Navarra, no hace falta una sentencia para que salten las alarmas. Ya lo vimos hace décadas. Y aunque los nombres cambien, la sensación de que la historia se repite es demasiado fuerte como para ignorarla.